Viaje a los Países Bálticos y a San Petersburgo

El viaje a los Países Bálticos y a San Petersburgo, organizado por los socios de nuestra asociación José Antonio Ruíz y Quety Marín, ha finalizado felizmente. Para compartir peripecias, anécdotas y lugares relevantes que se han visitado, como años anteriores, se publicará periódicamente un resumen de cada día que, a modo de crónica, han elaborado en equipo diferentes viajeros, por lo que los estilos y los enfoques serán distintos permitiendo, de este modo, mayor variedad expositiva.

Todos los excursionistas han asumido con interés esta iniciativa que lo único que pretende es construir colectivamente una especie de guía emocional.

Esperamos que los relatos sean de vuestro agrado y os motiven para compartir el viaje del próximo año.

CRÓNICAS DEL VIAJE 

 

Día 8 de abril 2015. Miércoles.

 

¡Para que digan que los jubilados no madrugan!

En las ya tradicionales paradas, a las dos de la mañana salimos una treintena de iluminados viajeros cargados de ropa de invierno en voluminosas e indisimuladas maletas que más que maletas parecían baúles.

Tras los saludos pertinentes, la ubicación en los asientos de cada cual se hizo con rapidez gracias al eficaz y equitativo método Quety.

La tempranera llegada a la T-4, en Barajas, fue compensada con una rápida facturación de equipajes y con un reconfortable desayuno. Un personaje barbado, variopinto, con una mano vendada y con un dedo entablillado en forma de gancho, con acento de la baja Andalucía, se presentó como nuestro guía. Pero de esto no es lo que queríamos hablar. El último buche de café empezó a agriarse cuando ya en la cola de embarque una impersonal e inmisericorde voz metálica anunció por megafonía que se aplazaba el embarque debido a una huelga de los controladores franceses. El personal estaba inicialmente tranquilo, pero se percibían conatos de inquietud que pretendían ser sofocados por las idas y venidas de nuestro guía gaditano, que respondía por el nombre de Paco, y por José Antonio Ruíz,  el coordinador del viaje.

Eran las 12.15 hora cuando una voz apremiante puso en fila al informe grupo: al fin íbamos a embarcar.

El escrupuloso silencio previo al despegue fue interrumpido al poco rato por la charleta pausada y neutra del capitán que en un perfecto inglés –para los que lo hablaran- anunció que teníamos que volver a la terminal debido a la mencionada huelga de los controladores franceses y a una avería del avión de la compañía aérea Finnair. El desconcierto fue mayúsculo porque hubo quien había interpretado que lo que había dicho el capitán era que se sacaran los bocadillos y que montáramos un improvisado picnic. La cruda realidad se impuso y al poco rato estábamos empantanados en los espacios del aeropuerto más desairados que un novio abandonado en el día de su boda. El desconcierto inicial dio paso a una cola kilométrica para pedir información ya que el consuelo estaba asegurado por nosotros mismos.

Paco, el guía gaditano, se movía de un sitio para otro, hacía paciente cola y tranquilizaba inquietudes. Finalmente, después de transcurrido bastante tiempo y de dificultosos intentos,  consiguió la necesaria información como para orientar  nuestras posaderas a un restaurante donde nos invitaron a un almuerzo sobre los bocadillos que cada cual había consumido un poco antes para matar el tiempo. Eran las 16 horas y el panel anunciaba nueva información para las 17 horas.

Y así estuvimos hasta las 18.15 que, por fin, apareció en pantalla la esperada palabra de embarque que cerró la larga espera y oxigenó los ánimos de más de uno (y una).

Hasta las 19.15 no despegó el avión después de escuchar las necesarias excusas del capitán: la huelga de los controladores franceses; la sustitución o arreglo de una de las rampas de salida de emergencia y la dificultad de encontrar espacio y ocasión para penetrar en el carrusel de despegue.

En Finlandia se contabiliza una hora más, de tal manera que cuando llegamos a Helsinki estaba pasada con holgura la medianoche. Otro añadido a la aventura: las maletas no las entregaban porque estaban facturadas para Vilnius. Sin llegar a situaciones de agobio, el personal se empezó a preguntar cómo y dónde pasar la noche. La compañía Finnair nos entregó una especie de vale individual por el cual podríamos consumir hasta un máximo de 17 euros en un supermercado anexo al aeropuerto. La situación se resolvió en veinte minutos no exentos de cierta comicidad. La tasación del tiempo, la estrechura de los pasillos del establecimiento y el desconocimiento de los productos originó un movimiento acelerado que como el juego de las siete y media nadie quería pasarse, pero tampoco quedarse demasiado alejado del valor de referencia porque si te pasabas se pagaba la demasía y si no llegabas perdías parte del dinero.

Un autobús “de hoteles” nos trasladó al que nos había asignado Finnair, próximo al aeropuerto. Eran cerca de las dos de la madrugada –veinticuatro horas después de nuestra salida de Córdoba- cuando cada cual marchó a su habitación cenado de aquella manera que podríamos denominar de corre y cena.

Parecía mentira que esta primera etapa ya hubiera terminado y que nos esperara una cama cuando más de uno se había visto acorrucado en un sillón durante toda la noche. El deseado descanso no doblegó el deseo del grupo de presentar la oportuna denuncia una vez que regresáramos del viaje.

Mañana más.

 

Enrique, Julia, Mariani y Paco.

 Día 9 de abril. Jueves.

 

Apenas si nos habíamos acostado cuando ya estábamos en pie camino del desayuno- buffet  del hotel Airport, a unos kilómetros del aeropuerto. Los comentarios fueron variados y algunos hasta sorprendentes sobre la manera de cómo se habían resuelto  los problemas derivados por la ausencia del equipaje.

Habíamos quedado a las ocho en el autobús. Puntualmente partimos y, ahora sí,  en el horario previsto embarcamos hacia Vilnius (la Vilna española), capital de Lituania. En una hora y media estábamos aterrizando en este país, llano como un plato (llano, claro), salpicado de lagos y lagunas, así como de extensas manchas de bosques de abedules con brotes primaverales. Aquí la primavera se lo toma todo con más calma que en Córdoba.

Un personaje enmochilado, con barba rala, moño alto en forma de cebolla, con abrigo asotanado, que dijo ser de Irún, se identificó como José: era el guía que nos iba acompañar durante el recorrido por los Países Bálticos y Rusia. Como ya hemos dicho Paco, con su barba blanca, la mirada rápida y arrugada y con el gancho del dedo de la mano izquierda, que le hacía parecer al Capitán Garfio en simpático, completaba el tándem que conformaba el apoyo técnico. Ambos se conocían de otras ocasiones y ambos contribuyeron en buena medida a que el día transcurriera estupendamente.

Ya en un autobús local conducido por un sonriente y callado Mariano, partimos directamente hacia Trakai dejando para más tarde el hotel y la llegada a Vilnius. El escaso tráfico y el espacio tan despejado nos permitió ver algunos edificios correspondientes a la época soviética enmarcados en un paisaje boscoso de color ceniza.

A mitad de la mañana estábamos en Trakai, antigua capital del Gran Ducado de Lituania, con un sorprendente y espléndido castillo insular del siglo XIV. El lago se suele helar en invierno y permite su grosor hasta patinar. Hacía frío, pero la mañana se mostraba soleada.

Las precisas e ilustradas explicaciones realizadas por José –que para algunos ya iba siendo Pepe- nos acompañaron durante la visita de este monumento que, aunque reconstruido, representa la historia pasada y presente de este particular país. De este modo, fueron desfilando por la voz metálica de José personajes como Mindangas, Gediminas, su hijo Kestutis, que vivió en este castillo, y el renombrado Vitautas “El Grande”. El dominio polaco, ruso y la independencia. La influencia de los jesuitas y de la iglesia católica. Y el que quiera saber más que vaya a Salamanca o simplemente se compre o relea una buena guía –que las hay- o consulte  con cualquier otra fuente de su interés.

Unas curiosas casas multicolores en las que la puerta de acceso está ubicada en un lugar distinto del habitual están ocupadas  por los kariotas, una rara y antigua etnia cuya cultura está en peligro de extinción. Alguno apuntó que estos kariotas son unos bromistas, otro dijo que a lo mejor no les gustaban las visitas y hasta alguien aventuró que lo de poner la puerta en otro sitio era para llevar la contraria. Las explicaciones del José al respecto os la dejamos a los recuerdos de cada cual.

Después de un estupendo almuerzo junto al lago, Mariano nos llevó a Vilnius donde iniciamos una larga, interesante y variada visita a la ciudad. José, el guía, la organizó de tal manera que su interés se hiciera creciente gracias a los monumentos visitados y a sus oportunos comentarios. De este modo, visitamos el casco histórico de Vilnius declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por calles pintorescas como Pilies contemplamos la Iglesia de Santa Ana, la Plaza de la Catedral con la estatua del inefable  Vitautas, la Plaza del Ayuntamiento, el Palacio Presidencial, la Universidad de los Jesuitas, donde una de las viajeras se perdió transitoriamente y tras una rocambolesca peripecia fue hallada sana y salva por Paco “El Guardián”, la Puerta de la Aurora, etc.

Después de una reparadora cena en hotel Neringa, en donde nos hospedamos, situado en la calle principal de la ciudad, aún algunos  tuvieron fuerzas suficientes para dar un paseo por la larga y solitaria Gadimino hasta la iluminada catedral.

Mañana más.

 

Enrique, Julia, Mariani y Paco. 

 Día 10 de abril. Viernes

 

Tercer día de nuestra excursión, después del desayuno y con  nuestras maletas nos dirigimos desde Vilnius a Kaunas,  segunda ciudad de Lituania.

Nos espera una guía local para visitar  El Monasterio de Pažaislis.  Es un complejo que incluye un monasterio y una iglesia católica, y el más magnífico ejemplo de la arquitectura barroca italiana en el país.

Fundado en 1662 por el Gran Canciller Krzysztof Zygmunt Pac del Gran Ducado de Lithaniapara la Orden de los Ermitaños Camaldulenses,  la construcción principal se prolongó hasta 1674 y se reanudó en 1712. La iglesia fue diseñada por Pietro Puttini, Carlo y Puttini Pietro y Giovanni Battista Frediani.  En 1755 se le agregaron las torres y la cúpula fue financiada por el chambelán del rey Michał Jan Pac. En 1951 se usó de hospital psiquiátrico.

La iglesia es de mármol de Polonia y tiene a la Virgen del Amor Hermoso en su retablo.

Algunos pudimos degustar en este recinto de un café y otros de un chocolate caliente.  Chocolate que disfrutamos dadas las bajas temperaturas y seguidamente nos dirigimos hacia Kaunas.

Durante el trayecto nuestro guía José nos fue informando sobre el país:

Lituania,  es un  país donde hay muchos lagos.

La esperanza de vida es de 80 años las mujeres (¡qué alegría!) y los hombres de 71años.

Los idiomas más usados son el lituano,  ruso, inglés y castellano, y como curiosidad les encanta la cultura española.

En el camino nos encontramos con muchas cruces,  (es un país muy creyente y católico). Se le considera la reserva espiritual de Europa.

El paro en Kaunas es del 10% y el empleo es precario.

Las relaciones entre las distintas etnias son buenas.

Llegamos al hotel “KAUNAS”,  situado en la avenida Libertad,  llamada así, después de  la Independencia en1990.

En la puerta del hotel nos animamos a cantar y bailar con un músico, que se encontraba con su guitarra tocando música española.

 Nos dirigimos paseando (y comprando) hacia el restaurante Senieji Rusiai, la comida fue excelente y el recinto precioso.

Después del almuerzo nos fuimos de paseo con nuestros guías para conocer la  ciudad, visitando la catedral de Kaunas de estilo gótico el exterior y el interior barroco europeo. Hay muchos obispos enterrados y un cura que ayudó mucho en la Segunda Guerra Mundial a los judíos. Durante la visita de la Catedral estuvimos escuchando cantar el Ave María y otras piezas.

Seguimos paseando hacia el Castillo de Kaunas. Los expertos aseguran que todo indica que este lugar fue construido originalmente a mediados del siglo catorce,  de estilo gótico. Está en un lugar estratégico, en las orillas del río Nemunas, muy cerca a la confluencia con el Neris.

Este castillo fue construido para resistir el ataque de los cruzados y fue el primero hecho de piedra en todo el territorio de Lituania, y que jugó un papel muy importante en el sistema de defensa de la ciudad.

La iglesia de San Jorge o Monasterio de madera es de  estilo gótico.

La iglesia de la Trinidad cuyo entorno está formado por fachadas de casas.

En una plaza se encuentra la estatua de Valancius Motiagus.  El creó,  la Institución de la Sobriedad,  porque,  en el país se consumía mucho vodka, la embriaguez era muy frecuente y grave para la economía, su intencionalidad era la educación y la enseñanza (secreta), De esta institución salieron personas cuya formación ayudó en el 90 a conseguir la independencia, desarrollando los fundamentos de la identidad nacional.

 

 Pasamos por el Ayuntamiento, también Juzgado donde se casó el jugador Sabonis.

La iglesia de San Francisco Javier construida por los Jesuitas que fueron desterrados durante 41 años a Prusia y Rusia. Durante ese tiempo estuvo regentada por los Franciscanos.

Vimos con gran encanto la confluencia del río Neumas y el Neris  

También la casa de Truenos que es una especie de Bolsa y culto a los dioses.

La iglesia de Vytautas que se usó como almacén de patatas antes de la independencia.

Por fin, ¡tarde libre!, de compras y cafelito o cerveza, pasándolo estupendamente. Nos encontramos con una sevillana que nos conto lo feliz que era en Kaunas.

 La ciudad estaba muy animada, no sabemos si era por ser viernes, o porque tiene una vida muy alegre.

Cena en el Hotel, donde nos obsequiaron con un licor de bienvenida.

Lola, Manoli, Mari Luz y Quety

Día 11  de abril. Sabado.

 

 Salimos de Kaunas por la mañana temprano. Nuestro hotel estaba muy bien situado en la calle principal.

Empezamos el viaje en autobús mirando el paisaje y despidiéndonos de la ciudad. Mucha agua, rio gigante y el perfil de agujas de las bellas iglesias reflejándose en las aguas del rio. Es increíble lo afiladas que son las torres de las iglesias por esas tierras. Empezamos a ver bosques de pinos y abedules. Poca población, 

casas de madera rodeadas de jardín o huertos, tejados recubiertos de algo parecido a la uralita, llanuras ganadas al bosque donde siembran patatas y trigo. Monótono. 

 

Llegamos a la colina de las cruces. No les dejaron libremente profesar su religión y reaccionaron poniendo cruces en una colina. Muchos de nosotros compramos cruces que en su tradición debíamos clavarlas por allí con un deseo escrito en ellas y así lo hicimos. No os podéis imaginar la cantidad de cruces diferentes que había allí. Desordenadas, amontonadas, era un espectáculo bastante feo. Nos hicimos muchísimas fotos y compramos regalitos, ¡cómo no!, en las tiendecitas de alrededor.  El guía que nos acompañaba desde Vilnius iba explicando amablemente lo que íbamos viendo, pero fue en este trayecto cuando descubrimos la “mina” que llevábamos con nosotros desde Madrid sin saberlo: “El guía Paco de Veger de la Frontera”. Empezó a contarnos chascarrillos de Cádiz y ya no paramos de reírnos en todo el camino. ¡Qué descubrimiento! Después visitamos un molino con una habitación reservada a los recién casados.

 

Paseamos por una hacienda con un bonito lago, puente y norias hasta que llegamos a un restaurante. A los postres nos invitaron a tomar cerveza especial con actuación de cante y baile típico regional con animada participación del grupo que terminamos bailando la conga.

 

 Volvimos al autobús muy contentos y dormimos la mona mirando de nuevo el paisaje. Seguían los bosques de abedules. Por la tarde llegamos al palacio de Rundale con jardines que imitaban los de Versalles. 

 

Diseñados por el famoso Rastrelli visitamos el interior del palacio barroco. Volvimos al autobús y al atardecer llegamos a Riga. El hotel estaba bien situado y después de cenar un grupo nos animamos a dar una vuelta nocturna por la ciudad. Había música en directo y mucho ambiente. Nos volvimos pronto porque estábamos muy cansados.

 

Asun, Carmen B. Pilar, Rocío, 

DÍA 12 de abril. Domingo.            -  RIGA  -

 

Tras cuatro días primaverales, hoy dominan las nubes en el cielo del Báltico. Después de un suculento desayuno en el hotel Mercure, salimos en autobús para realizar una visita panorámica de la ciudad de Riga. Al salir del hotel nos damos cuenta de que además de nublado, hace frío y un viento gélido que penetraba sin apenas oposición por los indefensos atuendos con que nos habíamos pertrechado, confiados en la benigna temperatura de los días anteriores.

 

VISITA PANORÁMICA

La visita panorámica en autobús duró algo más de media hora y sirvió para que nuestra guía local, Illona, nos contara la historia de este pequeño país y, en particular de su capital.  Riga tiene unos 700.000 habitantes, que constituyen algo menos de la mitad de la población de toda Letonia.

La ciudad de Riga fue fundada por los alemanes a comienzos del siglo XIII. El obispo Albert construyó la catedral y creó la Orden Militar Letona para convertir a los paganos campesinos que habitaban en estas tierras. Formó parte de la Liga Hanseática, pues a la nobleza alemana le interesaba no solo la explotación de las tierras, sino también el comercio con el interior de Rusia a través del río Daugava e incluso con Bizancio, navegando por el Dniéper, río que nace muy cerca del Daugava.


Letonia perteneció a Alemania hasta 1627, año en que fue anexionada por Suecia. Durante los  casi 100 años de dominio sueco, mejoraron las condiciones de semi-esclavitud en que se encontraba los campesinos letones con los alemanes. Tras los suecos, Letonia pasa a formar parte del imperio ruso de los zares. Pedro el Grande ocupa Riga en 1710 y pronto se convierte en la tercera ciudad más grande de Rusia, después de Moscú y San Petersburgo. Letonia permanece bajo el dominio ruso hasta la Primera Guerra Mundial y la revolución rusa de 1917. En ese año, el ejército alemán ocupa la ciudad de Riga, pero al año siguiente Letonia, junto con las otras dos repúblicas bálticas se declara independiente. Durante los 17 años de entreguerras (1918-1945), Letonia es por primera vez en su historia un país independiente, pero en el trascurso de la Segunda Guerra Mundial fue anexionada de nuevo por la Unión Soviética y luego por la Alemania nazi (1941-1944).


En 1944, el Ejército Rojo volvió a entrar en Riga. Comienza entonces la ocupación soviética y la rusificación del país, aun cuando en ningún momento lograron frenar creciente el sentimiento independentista del pueblo letón. El 18 de septiembre de 1990 Letonia declara finalmente su independencia de Moscú.


Todos estos avatares históricos han dado como resultado en la actualidad un país en el que conviven un 50% de lituanos (luteranos mayoritariamente), 40% de rusos (ortodoxos o ateos) y un 10% de católicos. Con una parte importante de los letones de origen ruso que no hablan el lituano, se da una situación insólita. El gobierno de Riga les niega la ciudadanía letona y, de este modo, los ha convertido en ciudadanos apátridas, pues tampoco Rusia los reconoce como ciudadanos al haber nacido y vivir en Letonia.


EL BARRIO MODERNISTA

Una de las razones por las que Riga forma parte del Patrimonio mundial de la UNESCO es por ser la ciudad que concentra el mayor número de edificios de estilo Art Noveau en el mundo. Nuestro autobús hizo una parada para que visitáramos, a pesar del frío y la lluvia, este maravilloso barrio construido entre 1899 y 1914 en el periodo de máximo esplendor de la ciudad, cuando Riga era el mayor puerto del Báltico y la tercera ciudad de Rusia. Aquí se levantaron más de 700 edificios en el nuevo estilo modernista. Nuestra guía nos contó que uno de los principales arquitectos de esta época es el padre del famoso cineasta ruso Serguei Eisenstein, director de la película El acorazado Potemkin. De vuelta al autobús nos dirigimos a la ciudad histórica medieval.


LA CIUDAD MEDIEVAL

Lluvia, frío y viento seguían acompañándonos y, desde el autobús, pudimos comprobar cómo combaten algunos letones las inclemencias del tiempo al ver a un joven rodar por el suelo como consecuencia del alcohol ingerido. Nosotros no recurrimos a tan drástico remedio, pero antes de iniciar la visita del casco histórico, algunos volvieron al hotel para abrigarse mejor y otros compraron paraguas e impermeables para continuar la visita a pie. Bien abrigados y protegidos de la lluvia, iniciamos nuestro paseo por la plaza del ayuntamiento


Plaza del Ayuntamiento. Se creó como la plaza del mercado en el siglo XIII y hasta el siglo XIX fue el centro económico y político de la ciudad. Todo evento tenía lugar aquí, incluso las ejecuciones. El pueblo era convocado con el tañido de las campanas de la Catedral. La estatua de Roldán, símbolo de la Liga Hanseática, se encuentra mirando hacia el Ayuntamiento. Lamentablemente casi todos los edificios que vemos aquí son reconstrucciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En esta plaza, además de la estatua de Roldán, encontramos el Ayuntamiento, la célebre Casa de las Cabezas Negras y la Iglesia de San Pedro.


Casa de las Cabezas Negras. Este magnífico edificio gótico sirvió de cuartel general al gremio de comerciantes solteros llamados "Cabezas negras". La construcción original era del año 1334. Lamentablemente la casa original fue destruida por un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial y reconstruida según el original en el año 2001. Ahora el sitio es un importante centro de eventos y de exposiciones.


Ayuntamiento. Elegante edificio de tres pisos con una torre y un reloj. El campanario data del año 1756. Un pequeño frontón triangular se sitúa sobre la entrada principal, de donde salió a nuestro paso un grupo folclórico (de origen incierto) formado por alegres y maduras señoras de sonrisa dorada, con las que nos hicimos algunas fotos. 


Los tres hermanos. Desde la Plaza del Ayuntamiento nos dirigimos a “Los tres hermanos”, nombre que reciben las tres casa más antiguas de la ciudad `pertenecientes a tres mercaderes de la época hanseática. En este lugar, dos avispados músicos callejeros se trabajaron la propina adaptando sobre la marcha su repertorio a los gustos del grupo y cantando algunas canciones españolas.


Muralla medieval. Tras pasar por la catedral católica de San Pedro, el Parlamento y restos de la Muralla medieval, llegamos a la bonita plaza de Livu, centro del casco antiguo, desde donde contemplamos el monumento a la libertad, símbolo de la independencia letona.


Comida. Cerca de esta plaza se encontraba nuestro restaurante, donde comimos un excelente menú.


Catedral luterana y claustro. Tras la comida, visitamos uno de los templos religiosos más antiguos de Letonia y la iglesia medieval más grande y antigua de toda la región del mar Báltico. Su estilo combina el gótico, el barroco y el románico. La primitiva iglesia fue construida por el arzobispo Albert en 1211.


Mercado central de Riga. Por la tarde visitamos el impresionante mercado de Riga, donde compramos ahumados y caviar.  El mercado de Riga es, según varias fuentes, el más grande de Europa. Se trata de cinco pabellones de estilo neoclásico y art deco, que fueron construidos entre 1924 y 1930 como hangares de los zeppelines alemanes. El mercado lo forman 72.300 metros cuadrados, con más de 3.000 stands comerciales. Fue incluido por la UNESCO en 1998, junto con casco viejo de Riga, en la lista de Patrimonio de la Humanidad.


Riga de noche. Tras la visita del mercado, algunos miembros del grupo decidieron descansar en el hotel, después de un día meteorológicamente desapacible, pero en otros aspectos interesante por todo lo que habíamos vivido y contemplado en la bella capital de Letonia. Los más atrevidos, sin embargo, decidieron continuar disfrutando de la ciudad y algunos asistieron a un espectáculo en la magnífica ópera de la ciudad, mientras que otros prefirieron tomarse unas cervezas en el centro histórico, escuchando música en directo; rock en unos casos, folk en otros.


Tras la cena en el hotel, dimos por terminada la visita de esta ciudad que nos acogió fríamente, es verdad, pero que nos cautivó por su belleza y por el espíritu libre e independiente de su gente.

J. Antonio, Colette, Remedios y Mª Carmen

DÍA 13 de abril. Lunes. 

DÍA 14 de abril. Martes. 

                                                   TALLIN                                         

Algunos datos generales

     Tallin es la capital de Estonia. Tiene 430.000 habitantes. Es la ciudad más poblada de esta República que cuenta con 1.300.000 h.

    Esta ciudad, desde los más remotos tiempos, ha sido invadida por numerosos pueblos debido a su situación geográfica y a su importante puerto.

     Es una ciudad con encanto. El centro histórico es pequeño y está rodeado de murallas y bastiones medievales. Las fachadas de sus edificios son de colores suaves y los tejados puntiagudos con tejas de color naranja.

 

Recorrido por la ciudad

     Salimos del hotel a las 9h en autobús para hacer en primer lugar un recorrido panorámico y luego continuar la visita a pie.

     Además de nuestros guías, el gaditano Paco y el vasco José, contamos con las explicaciones de María la guía local, una chica muy agradable y simpática que además de hablar muy bien español sabía bailar las sevillanas.

     Desde el autobús pudimos ver la Iglesia Kaarli, la Plaza de la Independencia, la Biblioteca, la muralla medieval del S XIV llamada Margaretta la Gorda, el teatro dramático, el de la Ópera y Ballet, la Iglesia gótica de San Juan y otros edificios más modernos de la época soviética como la Estación y el hotel Viru con un sistema de vigilancia-espionaje muy sofisticado.

     La visita a pie la iniciamos en la colina de Tompea, la parte alta de la ciudad donde habitaban la nobleza y el clero. Empezamos por el edificio del Parlamento, un palacio con la fachada rosada con un torreón en la esquina. Aquí ondea permanentemente la bandera nacional letona que es de franjas horizontales azul, negra y blanca. A la derecha, la imponente catedral de Alexander Nevski de estilo renacentista ruso de finales del XIX. Tiene cinco cúpulas en forma de bulbos que representan el cielo y los cuatro evangelistas.

     Entramos a visitarla en el momento en que se estaba celebrando el culto. Nos quedamos todos observando en silencio durante un buen rato el rito ortodoxo. Lo que más nos sorprendió fue que los fieles permanecieron de pie todo el tiempo. Las mujeres tenían la cabeza cubierta, el celebrante y sus acólitos llevaban ropajes muy ricos y pesados como, en otra época, usó la Iglesia Católica. En la comunión el sacerdote daba el vino con una cucharita que metía en la boca de cada persona y luego volvía  a meter en el cáliz y así sin limpiarla hasta 30 o 40 fieles.

     Luego visitamos la Iglesia de la Cúpula o de Sta. María. Siendo ortodoxa, tenía detalles católicos como el altar, el púlpito y algunas imágenes esculpidas. Lo más curioso es que de las paredes colgaban cantidad de grandes escudos de los antiguos nobles para mostrar su poder y su riqueza. También en el suelo había tumbas de los artesanos con bajorrelieves que representaban su profesión como los zapatos o las botas a los zapateros.

     Seguimos por la parte antigua bajando a la derecha por calles estrechas adoquinadas con bellas casas de comerciantes, restaurantes y tiendas de souvenirs. Vimos, al paso, una iglesia gótica cerrada, con grandes placas de mármol sobre sus muros, el pozo de los gatos... Así llegamos a una balconada-mirador con unas vistas impresionantes de la ciudad y del mar Báltico. Allí, para quitarnos el frío bailamos unas sevillanas la guía María y yo.

    Seguimos caminando por el barrio de los artesanos y los gremios. Allí destaca el edificio de “La

Hermandad de los cabezas negras” integrada por jóvenes comerciantes solteros.

Así, viendo magníficos edificios, el reloj más antiguo de Tallin (1684) sobre la pared de la Iglesia del Espíritu Santo, etc,  llegamos a la plaza del Ayuntamiento: gran edificio gótico de color gris y altísima torre.

     Allí, después de las explicaciones pertinentes, se despidió la guía local, no antes de volver a bailar unas sevillanas acompañada por Quety.

 

Tiempo libre hasta el almuerzo

     Aquí el grupo se dispersó. Unos se fueron a tomar el aperitivo, algunas mujeres a hacer compras y unos cuantos entramos a visitar la farmacia más antigua de Estonia y según nos dijeron, del mundo pues ha permanecido abierta desde el S XV hasta ahora. Después almorzamos en un restaurante pequeño y coqueto llamado  Spot al lado de Correos.

 

Visitas por la tarde

     A varios kilómetros de Tallin visitamos Kadriorg y su parque. Es un palacio barroco que mandó construir el zar Pedro I el Grande en el S XVIII como palacio de verano para su familia. Lo diseñó el arquitecto italiano Nicolo Michetti. Actualmente es un museo. Durante dos horas pudimos admirar  su bella arquitectura y su contenido: cuadros, porcelanas, muebles, etc. De paso, también vimos el palacio presidencial y bonitas casas de madera pintadas de colores, rodeadas de un jardín y que fueron habitadas, en la época soviética, por los altos cargos rusos.

     Todo esto nos lo explicó una guía cubana-estona que demostró sus conocimientos aclarándonos toda la confusión que teníamos sobre los zares, sus sucesores, “las Catalinas”...

    Acribillábamos a los guías con preguntas. José el guía vasco nos dijo que no había tenido nunca un grupo tan interesado por aprender y en hacer compras. “Pero esto no es lo que yo quería decir”  (muletilla de Paco con la que nos reímos de lo lindo). Retomo la crónica.


Tiempo libre hasta la cena

     Terminada la visita programada, el bus nos dejó cerca del mercadillo, que según la guía estaría ya cerrado. Pero ¡oh milagro! Quedaba un puesto abierto y 11 féminas nos lanzamos sobre él y empezamos a comprar como locas: bufandas, gorros, ponchos, muñecas...Y entre risas, regateo y antojándosenos lo que compraban las otras, la vendedora hizo su agosto.


Anécdotas

     Ya nos alejábamos del mercadillo cuando una del grupo dijo que se había dejado olvidado en el puesto el gorro morado que se había comprado por la mañana. Volvió a buscarlo, pero la vendedora,   que ya había recogido en bolsas la mercancía, no lo encontró y para compensarla le regaló uno parecido. ¿Qué pasó realmente? Pues que cuando al atardecer, nuestra compañera abrió sus bolsas encontró allí su gorro de la mañana. Así que ahora poseía dos gorros morados que hacían juego con el poncho también morado que se compró el día antes durante la visita al castillo de Turaida.

    ¿Imagináis quién fue la protagonista? Pues la que más cosas se compró, la que mejor sabía regatear y la que nos hizo reír más con sus cosas.

     Las 11 mujeres seguimos juntas parándonos en algunas tiendas. Ya cansadas, decidimos tomar un chocolate caliente. Entramos en varias cafeterías, pero no tenían. Al cuarto intento encontramos una llamada “Déjà-vu” donde nos dijeron que chocolate espeso no tenían, pero que nos podían servir algo parecido al Cola-cao. 

Aceptamos resignadas y nos acomodamos. Al rato, vino la camarera a decirnos que se le había acabado, pero que si no nos importaba esperar podían ir a comprarlo. ¡Qué remedio! Al menos estábamos sentadas y pudimos ir al baño que era curioso de verdad. Aquí no quedó la cosa. Llegan por fin los cola-caos y ¿Qué pasó? Pues que el primero se derramó sobre la bufanda que acababa de comprarse Lourdes.

     Ya reconfortadas con la bebida y el descanso, seguimos hacia la plaza del Ayuntamiento donde estaba el restaurante en el que cenaríamos. Al paso entramos en cada tienda que veíamos abierta (menos mal que la mayoría estaban ya cerradas, pero como era el último día en las Repúblicas Bálticas y ya al día siguiente tendríamos que pagar en rublos... ¿en rublos? pues sí que le gustaban los euros a los rusos!).

     Al llegar a la plaza, cinco compañeras muy cansadas se quedaron en el restaurante. Pero como quedaba una hora y media para la cena, las más resistentes decidimos seguir callejeando por los alrededores. Quisimos visitar la iglesia con las danzas macabras pero ya estaba cerrada.

     Un poco más adelante, encontramos una fábrica-cervecería y pensamos que sería interesante visitarla. No nos decepcionaron ni la decoración, toda de madera, ni la bebida. Las cervezas eran enormes así que nos pedimos la bandeja-degustación con siete vasos de diferentes sabores: negra, rubia con miel... Las tomamos con las patatas y los frutos secos que algunas llevábamos en el bolso. Lo pasamos muy bien y contentas nos fuimos a cenar.

     Después de la cena, buena y abundante, las mujeres nos fuimos al hotel y los hombres al fútbol pues jugaban el Real Madrid y el Atlético de Madrid. Habíamos hecho una porra y la ganó Paco el guía. En las siguientes crónicas contarán lo de la segunda porra.

 

Conclusión   

     El día no pudo ser más intenso. Nos cansamos, dormimos pocas horas, pero lo pasamos muy bien y nos reímos más y además vimos y aprendimos muchas cosas. ¡Mañana el madrugón para San Petersburgo!

 

Encarna Navarro y Antonia Cabezas

Día 15  de abril. Miércoles.

 

Nueve de la mañana. Maletas al bus. ¿Hay rampa o no hay rampa?  Mariano, José y Paco ayudan a llevar maletas al bus.

-¿Estamos todos?

-No. Falta Rocío.

 

Llega Rocío toda apurada; pero con el firme propósito de repetirlo cuando toque.

Contados todos, salimos para Rusia.  

 

¡Un momento, un momento! Juan ha perdido los papeles.

 

Para buen decir, se le ha olvidado la cartera con los papeles.

Dejamos Tallin atrás y comenzamos a restar kilómetros de los 360 que nos separan de San Petersburgo.

El paisaje continúa como en días anteriores con la monotonía de llanura, llanura, y a ambos lados de la carretera bosque y bosque; y como los árboles no te dejan ver el bosque....Paco Arenillas, nuestro guía, micrófono en mano rompe la monotonía y hace estallar la risa en todo el grupo, incluido Mariano, el conductor del autobús que habla ruso y lituano, pero no entiende español.

 

Rodando en dirección Noreste, la sombra del autobús lo iba indicando, veíamos a nuestra izquierda la orilla del mar  Báltico. También vimos bandadas de miles de ocas en su viaje migratorio procedente del Sur, volando en grandes grupos en forma de “V”.

Como no podía ser menos, siendo una tribu tan instruida; José, el guía doctorado en Vitautas, livonios, Guerra del Norte, Pedro el Grande, Catalinas, lenguas, alfabetización, meteorología, geografía económica, religiones. Amén. 

   

Llegamos a Narva, ciudad fronteriza, almorzamos en el castillo fortaleza de la ciudad y cruzamos el río Narva que da nombre a dicha localidad.

Frontera rusa. Pasaportes, maletas fuera del autocar, documentación del vehículo, disco-tacógrafo y papeles y más papeles le pidieron al conductor. Entramos en Rusia por la ciudad de Ivangorod camino hacia San Petersburgo adonde llegamos a media tarde.

Día 16 de abril. Jueves.

  

Amanece como siempre temprano alrededor de las 5,30 de la mañana con cielo nublado existiendo previsión de lluvia.


La gente va reuniéndose en el restaurante para desayuna a las 8 h., y los primeros comentarios son para preguntar por el resultado de la quiniela hecha referente al partido disputado el día de antes entre el París Saint Germain y el Barcelona. El resultado había sido de 1-3 a favor del Barcelona. El acertante curiosamente había sido también el guía, pero en éste caso se trataba de JOSEBA. Risas y asombro. Algunos pensaron que había “tongo”. No era posible porque fueron públicas las apuestas.


Subimos a un nuevo autobús, muy deteriorado y arcaico dedicado al transporte escolar con el numero 647, cuyo conductor fue presentado con el nombre de ALEXIS, junto a la guía local OLGA, MUJERONA RUSA, GUAPA Y HERMOSA, cuyo español había aprendido en su tiempo de exilio en Argentina.

Realizamos una visita panorámica a la ciudad en dicho autobús y el tiempo había cambiado a soleado, por lo que contemplar la ciudad tenía un precioso colorido.

Bajamos del autobús para visitar el templo de S. Nicolás, Catedral Ortodoxa.


En ésta visita tenemos la anécdota de Rocío, que inocentemente e ignorante se sube al transepto y una devota ortodoxa corre detrás de ella dando voces para evitarlo y reñirle.


 La guía en el autobús nos hace un recorrido histórico de Rusia con repaso de la familia de los zares, familia Romanov, Pedro I y Catalina La Grande.

Pasamos al pie del conservatorio, Teatro de la opera Mariinski, Palacio donde fue asesinado Rasputín en 1916.


Entramos en la isla Vasilevsky, con unas vistas maravillosas del río Neva y de los edificios y palacios de ambas orillas del Neva. En este punto todos nos volvemos locos con las compras de souvenir (libros, postales, gorros etc..). Seguimos hacia la Universidad y a su espalda nos lleva la guía a un comercio muy completo donde los souvenir costaban la mitad de precio, menos mal que lo compensamos con café y vodka gratis.


Continuamos viendo un barrio del casco antiguo con viviendas muy deterioradas, mal cuidadas y sucias, que según nos cuenta la guía a veces son compartidas por varias familias, compartiendo cocina, aseos etc..


Tras una comida en un restaurante pequeño, sentados de forma muy incómoda por la angostura del sitio y con comida regular y escasa, pudimos observar unos servicios originales que simulaban restos de una biblioteca, con jaulas de conejos, una maquina de escribir muy antigua y otras curiosidades, nos dirigimos andando al MUSEO HERMITAGE.


Provistos de auriculares realizamos una visita de tres horas por las salas más significativas del museo.


Palacio de Invierno que fue la residencia de los Zares, con su asombrosa escalera de Honor y algunas salas como la de Pedro el Grande, la de San Jorge, la de la Malaquita y por las salas de pinturas más importantes. Admirando por supuesto los “magníficos” Madonna Litta de Leonardo Da Vinci, Madona Connestabili de Rafael, o El almuerzo de Velázquez y la estatua Muchacho agachado del gran Miguel Angel. Haríamos interminable la enumeración de las maravillas que allí se encuentran, más de 3 millones de piezas, sí, sí, 3 millones.


Terminada la visita unos regresan al hotel en bus y la mayoría del grupo se queda en la calle Nevsky  para dar un paseo y ver un gran ambiente de gente y comercios con edificios neoclásicos y modernistas.


Con un día muy completo y cada uno con sus objetivos cumplidos de compras (incluido una maleta….)  volvemos lentamente y cansados al hotel durante unos 5 Km. por la calle Sadovaya, cuyo primer tramo con otro nombre ilegible fue bautizado por nuestro querido presidente como calle Córdoba:  ¡ Ay… qué chico que eres …¡        


Lourdes, Juan, Araceli y Pepe Martín

Día 17 de abril. Viernes.

 

El escalonamiento progresivo en el desarrollo del viaje llegó a su cénit con la visita a San Petersburgo, sin que ello signifique demérito de las variadas y pintorescas capitales bálticas.

Estaba previsto que la mañana fuera de tiempo libre, pero ante la magnitud de la ciudad; la buena disposición de los guías: Paco, José y Olga, la guía local; el deseo de todos de aprovechar de la mejor manera el tiempo disponible, la organización, consultados los viajeros, acordó con Adventus, la empresa que ha gestionado el viaje, planificar colectivamente la mañana. La decisión fue un acierto. Gracias a este acuerdo se pudieron ver monumentos y espacios que hubieran sido imposibles contemplarlos de forma individual  y cada cual por su cuenta. La percepción de necesidades que afectan a la mayoría y la rápida y eficaz toma de decisiones distinguen a unos colectivos de otros. Nuestra asociación, pivotando sobre los responsables del viaje, fue capaz de abordar una iniciativa que beneficiaba a todos, pero teniendo en cuenta la opinión del grupo.

 

Así pues, se inició la visita en el autobús habitual por la fortaleza de San Pedro y San Pablo pasando por el antiguo Arsenal, hoy Museo de la Guerra. Decía Alejandro Dumas que, como la mayoría de las fortalezas, ésta también cumplía con una doble función. Por un lado,  pretendía defender a la ciudad, en aquel momento de los suecos, pero también funcionaba como amenaza a la población, prueba de ello es que en ella estuvieron encarcelados muchos rusos. Su estructura poligonal, imponente, iniciada en los albores del siglo XVIII, junto al río Neva, emisario del lago Ládoga, antaño un bastión irreductible, es hoy un lugar desde donde se contempla una impresionante panorámica de la ciudad. En la Basílica de San Pedro y San Pablo, coronada por una atrevida y estilizada aguja dorada visible desde amplios lugares de la ciudad, es de destacar el iconostasio y las tumbas imperiales de los Románov. De forma inesperada fuimos invitados a asistir en una pequeña capilla a un mini mini concierto –una sola canción- impartido a capella por un grupo de indescifrable nombre. Asombroso. Alguno de los asistentes se emocionó tanto ante la armonía y belleza de sus voces que poco faltó para que impulsivamente se dedicara a repartir abrazos por doquier. No obstante, la solemnidad de los cantantes y la singularidad del lugar le obligaron a embridar sus impulsos iniciales y mantener el recato y la prudencia debida. La mayoría del grupo  canalizó sus emociones comprando sus discos.

 

A este lado del Neva, relativamente cerca, se encuentra varado el crucero Aurora quien con su famoso y mañanero cañonazo inició en noviembre de 1917 el asalto al Palacio de Invierno.

La Iglesia de la Resurrección de Cristo o San Salvador de la Sangre Derramada es una espectacular construcción con torres bulbosas, retorcidas y barrocas que recuerda a la de San Basilio de Moscú. El interior es un espacio asimétrico completamente cubierto de mosaicos con estampas religiosas. La profusión de las teselas doradas deslumbra por su luminosidad,  de tal manera que su vista sobrecoge por su magnificencia y laboriosidad. Junto a uno de las canales que surcan la ciudad, fue construida en el lugar, y en su memoria, donde Alejandro II fue asesinado, allá por el 1881.

Desde la Plaza de San Isaac se divisa la formidable aguja del Almirantazgo. Situada en una zona pantanosa junto a los antiguos astilleros y concebida como un conjunto monumental, se

yergue en su centro la escultura ecuestre del zar Nicolás I. En una esquina se encuentra el histórico hotel Astoria con relevancia histórica en tiempos de la revolución. La iglesia de San Isaac es un templo faraónico y un hito de la arquitectura y de la ingeniería de su tiempo. Sorprende su enorme cúpula, la resolución de sus cimientos, el transporte y elevación de sus gigantescas columnas, todas ellas de una pieza, y la profusa decoración de su interior con una puerta del iconoclasto verdaderamente expectacular realizada en mármol blanco con placas de lapislázuli y las columnas de malaquita.

 

A través de la magnífica y extraordinaria avenida Nevski de más de 4 km de larga y poblada por excelentes edificios, nos trasladamos a Pushkin, localidad dedicada al poeta de variados registros, muerto en duelo de honor, en donde se encuentra el palacio de verano de Catalina La Grande. En realidad la edificación la inició la primera Catalina y fue la zarina Isabel quien con ayuda del famoso arquitecto Rastrelli rehízo el palacio al estilo rococó. La riqueza ostentesa de sus más de trescientos metros de fachada explica, en buena manera, el descontento de los sectores populares ante tal derroche de riqueza y fatigosa belleza. La famosa Catalina II La Grande le hizo también remodelaciones que originaron un río de dinero hasta poder terminar el palacio, el cual se enmarca entre bellos jardines junto a un lago. Destruido durante la II Guerra Mundial está siendo reconstruido siguiendo los planos originales por lo que se muestra como demasiado nuevo, como excesivamente reluciente. Sin embargo, la impresión de su arquitectura, la ornamentación de sus salas y salones son sobrecogedores y escandalosamente sorprendentes. Edificios y palacios como los que posee San Petersburgo y sus alrededores señalan, sin duda, a esta ciudad como única. Sólo con su visita ya estaría justificado el viaje.

 

El almuerzo para algunos fue algo deficiente. Otros días no fue así. Sin embargo, las compras no faltaron y para alguna gente les sirvió como alimento del espíritu.

 

Después de pasar un rato por el hotel Courtyard nos dirigimos a presenciar un espectáculo folklórico junto a un complejo eclesiástico ortodoxo, hoy museo, denominado  del Alquitrán, cuyo significado escapa a estos cronistas. No así el lugar donde se iba a celebrar la función denominado Khterptyaxcotya, que creemos significa algo así como “Hasta aquí hemos llegado”. El discreto local se fue progresivamente llenando de gente, siendo la mayoría rusos de cierta edad. Un escenario sencillo reservaba un espacio para una orquesta de variados instrumentos que al poco rato dio la entrada a un grupo de bailarines y cantantes que durante más de hora y media nos deleitaron con emocionantes canciones y briosos bailes. Destacaba sobremanera un barbado y polifacético personaje denominado “El Chiquinino” que como su nombre indica  hace referencia a un artista  pequeño, pero matón. El público emocionado y entusiasta aplaudió a rabiar. Nosotros incluidos. Todo ello facilitó que algunos de los nuestros establecieran lazos de confraternidad amistosa con los nativos dando fe de nuestra afectividad y tendencia a la camaradería. En el descanso nos obsequiaron con unos canapés y, naturalmente, vodka. Sobró lo justo.

Encantados con el espectáculo presenciado y las numerosas ocurrencias de nuestro inefable Paco, el guía gaditano que tan felices momentos nos hizo pasar, nos dirigimos al hotel para celebrar la  cena (la última).

 

Paco cumplía 55 años y como prueba de nuestro afecto y en reconocimiento a su buen hacer, le regalamos una tarta cuya vela sopló con su habitual simpatía. Posteriormente, en el mismo comedor, realizamos la habitual puesta en común que al final de cada viaje se lleva a cabo para saber la opinión del grupo respecto al desarrollo de la excursión. En esta ocasión, debido a la hora y que había que madrugar el día siguiente, en lugar de hacer una rueda de opiniones, Loli Pilar, nuestra entrañable maestra de ceremonias, dio la palabra a los voluntarios que se prestaron a ello. Los comentarios de los intervinientes valoraron positivamente la organización y el desarrollo del viaje manifestando su deseo de inscribirse en futuros proyectos. Finalmente, el grupo mostró su agradecimiento a José Antonio y a Quety, con un obsequio a cada uno, por su esfuerzo, eficacia y entusiasmo en la organización del viaje.

 

Mañana más.

 

Enrique, Julia, Mariani y Paco.

Día 18 e abril. Sábado.     Regreso

 

El personal, como respondiendo al gallo luterano, se presentó puntualmente al desayuno. Las maletas inundaban el hall del hotel. Con más o menos discreción, cada cual hizo acopio de provisiones para satisfacer algún aprieto mañanero. Las camareras pasaban con toda naturalidad antes estos menesteres, por lo que invita a pensar que ya estaban acostumbradas e, incluso, daban por hecho que los bocadillos eran inevitables y que estimaban esta operación como un regalo del colmado del hotel.

 

Los controles en el aeropuerto, si no fuera por la seriedad del asunto, resultaban ridículos por arcaicos, repetitivos y desconfiados. Los funcionarios de rostros estirados, con miradas que pendulaban de nuestras caras a las fotografías de los pasaportes, alargaban intencionadamente los trámites. Alguno de los nuestros, más atrevido, dejó prueba documental de ello.

 

El viaje a Helsinki se hizo en un pispás. Quienes previsoramente prepararon unos bocadillos aprovecharon la ocasión para dar cuenta de ellos, mientras que la obligada espera fue empleada por todos para realizar las últimas compras. El tema de las compras merece un comentario. A juicio de José, el guía, un sector del grupo mostraba un interés algo compulsivo ante cualquier tenderete, tienda o almacén que se encontrara a mano. Alguien, con el fin de no molestar, maullaba por lo bajini, por ejemplo, ante las compras de prendas de piel. En cualquier caso, hay que entender que los regalos son parte del viaje y que cada cual es muy dueño (dueña) de hacerse con su capa un sayo. La cerveza –por cierto, muy cara- dio la oportunidad para visitar los lavabos en donde, sea para despistar o disimular cualquier acontecimiento, sea para hacer más agradable la estancia, sonaba el canto de unos pajarillos como si de un bosque o jardín  se tratara.

 

Nos despedimos efusivamente de José, que volvía a Vilnius, y al poco rato embarcamos para Madrid. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando observamos que Quety se abrazaba efusivamente con la misma azafata que nos estuvo atendiendo educadamente en el viaje de marras. Al parecer habían intimado. ¡Las maestras de infantil!

 

A partir de este momento el viaje se precipitó hacia su final. La llegada a Madrid fue puntual y después de algún despiste sin importancia con las maletas estábamos acomodados en el autobús según el orden establecido. Antes nos habíamos despedido del ínclito Paco, el guía gaditano que nos había proporcionado tantos momentos impagables de alegría y regocijo.

 

Paramos en Almuradiel donde pudimos comprobar los sabrosos productos manchegos, incluida cerveza y vino, a un precio que nos parecía irrisorio comparándolo con el de otros lugares.

 

Sobre las dos estábamos en Córdoba sanos y salvos. Cansados, pero contentos por el viaje realizado. Nos despedimos  con afecto y con deseos de repetir experiencias.

 

Enrique, Julia, Mariani y Paco.

 

A modo de adenda.

 

Quizás sea conveniente avanzar, antes de cerrar estas crónicas, algunas observaciones sobre el viaje que se ha realizado y que pensamos son compartidas por la mayoría de los viajeros.

 

Los tres viajes europeos hasta ahora organizados por la Tribu Educa pretenden distanciarse de los estrictamente turísticos y que siguen fielmente un modelo estándar. La impronta a cada uno de nuestros viajes se la proporciona una excelente organización y planificación de las visitas, que se orientan predominantemente hacia lo cultural, sin renunciar a otros aspectos también necesarios como el alojamiento, comida etc. En este viaje, esto ha sido posible gracias al trabajo eficaz y desinteresado de José Antonio Ruiz y Quety Marín, y algún miembro más de la Junta Directiva, y al buen hacer de Adventus, agencia organizadora del viaje. A este respecto, la asociación remitirá una carta de agradecimiento en donde se piensa destacar la labor de los guías, especialmente José Novoa y Paco Muñoz de Arenillas.

 

A lo anterior hay que añadir algo fundamental que hace de estos viajes adicción. Y es el clima de convivencia, tolerancia y de alegría. Esto no es fácil, sobre todo cuando un buen número de los viajeros no se conocen entre sí. Este ambiente se ha ido generando gracias especialmente a un grupo de mujeres (también hombres para que nadie se moleste y se sienta preterido) de la asociación que gracias a su talante y buen hacer han ido hilvanado algún que otro problemilla o malentendido que, por otra parte, es inevitable entre un grupo tan numeroso y durante  tantos días de obligada convivencia. Pero lo que han hecho, además, estas mujeres (también los hombres, vale) es actuar con voluntad de mejora, con deseo de fortalecer la convivencia y que las relaciones resultaran gratas y duraderas.

En consecuencia, el conjunto de estos factores han permitido que el viaje haya resultado memorable y satisfactorio.

 

Gracias, muchas  gracias, a quienes lo han hecho posible.

 

El año que viene más.

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Comentarios: 1
  • #1

    Quety (lunes, 04 mayo 2015 22:45)

    Gracias Rafael por tu trabajo que con tanto esmero haces. Un abrazo